jueves, 28 de febrero de 2013

PARA SERGIO

Tenía 12 años y jugaba al fútbol como seguro lo hacen los ángeles en el cielo. De repente, ese verano sonó un teléfono... Y ahí, con un grito de angustia, empezó una nueva historia. El niño, con todas las fuerzas y las ganas de vivir, dijo: "Mamá, no te preocupes que esto va a salir bien". Y el chavalillo puntero, que se colaba entre los más colosales para alcanzar la meta, ingresó en la planta cuarta del Hospital Virgen del Camino de Pamplona. Ahí comenzó un periplo que sólo los GRANDES con mayúsculas lo afrontan como él supo hacerlo.
Escribí estos versos el día en que tuve la certeza de que estaba curado.


Tan poquita cosa
y tan grande a la vez,
11 años han bastado
para aprender a vencer.

Con tu mejor aliado,
un gol en cada partido
has ido ganando al cáncer
como delantero aguerrido.

Yo te he visto luchar sangre,
pelear hasta caer rendido
y volver a levantarte
como pichichi del equipo.

Una lección de vida,
eso es lo que nos has regalado
y ver que en las cosas pequeñas
está la fuerza de lo más alto.

Sigue jugando al fútbol,
amándolo en cada poro tuyo,
porque ya sabes que no te va a fallar
cuando tengas que necesitarlo.

A mi sobrino Sergio, con todo mi amor. El niño con la sonrisa más bonita del mundo.
Fotografía: Sergio es el que corre con el balón.



miércoles, 27 de febrero de 2013

A MI PADRE

Éstos primeros versos quiero dedicárselos a la persona que me inculcó desde niña el amor a la literatura, mi maestro: mi padre. Benito nació en una humilde familia de labriegos en un pueblecito de la zona media de Navarra, Miranda de Arga. Sus padres fueron Josefina y Jesús, "Peralta", por esa antigua y conservada tendencia al mote en la ribera de nuestra tierra. Jugó como futbolista en El Castillo, el equipo de su pueblo y sigue amando el deporte casi tanto como a su esposa, hijos y nietos. Es una de las mejores personas que he conocido.



De Josefina y Peralta
el fruto sólo podía ser
una bondad infinita
por llevar a los dos en él.

Inquieto, hogareño, vivaz, tranquilo,
humilde emigró a un colegio
desde donde añoraba su Miranda natal
y El Castillo de sus sueños.

Volvió al final delantero;
regates, postes, remates, aciertos
del que ya era conocido
como el Bobby Charlton de su pueblo.

Y en campo contrario ganó
la mayor victoria soñada,
una morena de rompe y rasga
a quien supo conquistarla.

Amante esposo, excelso padre y abuelo
¿cómo no vamos a quererte?
si nos has dado la vida,
la sabiduría y la suerte.

Orgullosa estoy de ti
como lo estaría cualquiera
que te hubiera conocido
como padre de bandera.

Primaveras

"Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar".
(Antonio Machado).

Cuando gozaba de estos versos entre mis manos soñaba que estaba en tierras de Soria y que recorría la vera del Duero, su senda, desde San Polo a San Saturio y sentía el vaivén de los álamos del río, el elixir de la vida y sus incógnitas, el frescor de la vuelta a casa mientras sonaban las campanas a lo lejos...

D. Antonio, como D. Federico García Lorca, me abrieron el alma a la poesía... No sólo fueron ellos. Amo las Generaciones del 98 y del 27 y a otros muchos poetas... En realidad amo la poesía desde que tengo uso de razón. Es la que me ha acompañado siempre en cada momento de mi vida.

Pienso que corren versos por mi sangre. Mi padre, mi profesor de Literatura, siempre nos decía que el diccionario era nuestro mejor amigo. Las palabras conforman historias y las historias guardan lo que cada uno somos. Ese ser, ese vibrar con cada letra, ese palpitar dulce al nombrar lo más amado, en mi caso necesitaba volar, volar libre y llegar a fundirse con el mundo.

Yo creía que ese universo era sólo mío, pero ahí es cuando aparecisteis vosotros, cada uno, con vuestras leyendas, con vuestras características formas de vivir. Todos de lo más dispar. Sólo existía un halo en común y ese resplandor que nos unía era la peculiar y determinada manera de sentir nuestra poesía.
Así, me hallé arropada desde el primer instante. Cada una de vuestras manos me guiaban por el camino correcto, libres como cada soplo de aire que respiramos. Y ahí descubrí que tenía que seguir cada huella que me ibais abriendo, en el viaje que había comenzado. Nunca me abandonasteis. Creísteis en mí hasta el final y os debo una.
Abrir el blog era algo maravilloso por cada palabra de aliento, de ánimo, de apoyo incondicional que me hacía emocionarme y extraer lo más bonito que brotaba de mi interior.
Me hicisteis mejor persona, al descubrir que estamos en este mundo para ayudarnos, para arroparnos y para hacernos sentir ese calor que recuerda al arrullo entre los brazos de mamá.

De este modo ha nacido este libro, que para mí es mi joya. Volver a sentir entre mis dedos esos versos pero atesorar la certeza, esta vez, de que son míos, de que han manado de mi ser, casi no puede expresarse por el sentimiento alcanzado. Todos soñamos cuando somos niños y jóvenes en las cosas que nos sucederán conforme vayamos creciendo y haciéndonos mayores. Este fue siempre mi sueño. Y ahora es verdad. Casi no me lo creo. A veces pienso que me voy a despertar y no va a ser realidad. Pero me doy cuenta de que sí, de que lo he logrado y sonrío, sonrío a la vida por haberme dejado formar parte de este cuento.

Quiero daros las gracias a todos y especialmente a mi familia y amigos por haberme animado a llegar hasta aquí. No hubiera podido ser posible sin vosotros. Espero que disfrutéis conmigo y con mis letras como yo lo hago con cada uno de los que estáis en ellas.

Os quiero,
Rebeca Elizalde.