martes, 29 de abril de 2014

CARTAS

Una de las costumbres que con más dolor considero perdida son las cartas escritas a mano. Las nuevas tecnologías nos han hecho perder el tacto del papel, la pluma o el bolígrafo entre los dedos, la caligrafía, tan característica de cada una de las personas y, especialmente, de las más amadas; conocido cada trazo a la perfección. Siempre buscamos, y con lógica, formas más sencillas de relacionarnos pero quizá esas maneras más prácticas dejan en el olvido aquello que convertía los vínculos en algo más humano, más cercano y más querido porque nos hoy nos recuerda a quienes fueron tan importantes para nosotros.




Hojas de papel
que huelen a antiguo,
perdidas y amarillentas
en cualquier rincón.
Aroma a tiempos pasados
en los que aquel antaño
sí que fue mejor.

Ansia por escribir
lo que sentía el
alma, anhelo en
el espacio porque pronto
llegara. Una rúbrica
sellaba nuestro misterio,
secretos que no se
han borrado con
el tiempo.

Tocar la carta era
algo sagrado, leer
las letras del remite
y el destino amado,
abrirla rompiendo el
sobre con manos
temblorosas, sentir
cada palabra como
un regalo.


Este poema es mi número cien publicado. Para mí, lo considero un detalle importante y me siento feliz de haber conseguido llegar hasta aquí. Continuaré, de eso no existe la menor duda, con el mismo afecto y cariño hacia la poesía y hacia todos los que me habéis acompañado y apoyado en este camino. Y he elegido estos versos porque también incluyen a todos mis seres queridos que sé que, en forma de estrellitas, me ayudan desde el cielo. Muchas gracias a todos.