sábado, 21 de febrero de 2015

UNA GAVIOTA

 
 
Anoche soñé que una gaviota
se posaba en mi ventana.
Era de luz, era perlada
y en su patita llevaba
un lazo de raso y malva.
 
Anoche soñé que abría la ventana
y acariciando esa piel de nácar
presta cogía la carta
y pegándola a mi seno
leí lo que en ella se expresaba.
 
"Amada mía, búscame al alba,
a la orilla del río,
donde los chopos miran al cielo
y claman por esta hora clara.
Amada mía, pregunta al relente de la mañana,
donde el dulzor inunda la mirada,
y yo gritaré que te quiero,
que siempre retornaré a esta morada".
 
Anoche soñé que de nuevo
volvía la gaviota a mi ventana,
y desde lo más profundo sentí
que era verdad lo que soñaba.
 
 
Desde tiempos remotos los sueños han sido valorados como una forma de contacto con la divinidad, la que primaba en cada momento de la historia y en cada pueblo. Llevan vinculado a ellos un mundo misterioso y fascinante donde no cabe la realidad. Soñar es abrir una puerta de la mente. Todas las esperanzas, ambiciones, deseos, miedos, amigos,..., residen allí y constituyen una forma de vida que se halla más allá de la lógica.