jueves, 28 de mayo de 2015

CAMINAR

 
Amapolas de mi vagar,
no me contéis mi historia,
desnudarla ansío solitaria
y abordar con goce mi transitar.
 
Piedras de la calzada,
cerrad osadas la puerta a mi paso,
que yo la rasgaré con fortaleza
y batallaré libre por mi remanso.
 
Charcos de descuidadas aguas,
me mojaré en vuestra memoria,
y aún empapada abrazaré la mano
que amistosa me tiende su honra.
 
Rosas de luna y espinas,
sangrará mi alma por dentro,
nácar de adorno perdido,
suplicio implorará mi rostro
y en mi socorro acudirá
 tu codiciado auxilio.
 
Leyenda de amores antiguos,
reposo en dunas del paraíso,
el viento me vestirá de sueños,
de luces que ocultarán mis velos,
y con lienzos desmedidos
correré hasta tropezarme
con la encarnada concha
que custodie mi retiro. 

 
 
A través de un bosque o la vera de un pueblo, en una ciudad real o imaginaria, siempre nos encontramos con caminos que son entendidos en sentido metafórico como la vida, el transcurso del tiempo, la ruta que nos conduce a una meta, ya que no existe camino alguno que no encierre un fin. El viaje que emprendemos comienza con un solo paso; éste y los siguientes nos irán llevando de la mano a lo largo de nuestra existencia.