sábado, 4 de abril de 2015

MI CALLE

 
Una calle... al fondo la iglesia.
Olor a tarde echada y a calma.
Sillas de mimbre en la puerta de las casas.
Luto en las batas y en el alma.
 
Los chiquillos corren,
juegan al corro de la patata.
Gorjeo de pequeñas aves
que no han levantado el vuelo al alza.
 
Suenan las campanas;
la hora del descanso de la jornada.
Las abuelas se quitan la palabra,
demasiados años ya a sus espaldas.

Un grito, la hora de la cena.
Nadie hace caso.
Otro grito, ya alguno se da cuenta.
Rápido menester y vuelta a la puerta.
 
Cuerpos cálidos por el trabajo del día.
Manos agrietadas por las labores de una vida.
Añoranza de tiempos pasados,
de colores de la infancia.
Añoranza de viejos momentos
que vuelven con fuerte savia.
 

 
 
Fotografías: Mi queridísima morada de tantos años, Lerín. Dos panorámicas enfrentadas. La de arriba vislumbra una parte del pueblo con la torre de la iglesia como pilar. La de abajo otea los campos desde la terraza de mi casa.
Recuerdos de niñez que llevo dentro como oro en paño. Costumbres y tradiciones de viejas tierras que se han hecho a sí mismas con el paso del tiempo. Orgullo que va conmigo de la mano en mi caminar. Lo que yo soy, mi esencia. Mi emoción crece cuando pienso en esos días de antaño y en esos momentos que forjaron mi ser y que considero que me hicieron mejor persona por lo humilde y auténtico de cada instante vivido.