miércoles, 22 de octubre de 2014




Sé mi faro, mi guía,
el camino por donde ando,
el caballo donde cabalgo,
la morada que me espera encendida.

Sé mi tierra, mi hogar,
el nido donde reposa mi día,
la lumbre que me vela,
 el avivado rubor de mi morar.

Sé mi crepúsculo ardiente,
el corazón en llamas,
la claridad que me ciega,
el fulgor incandescente.

¡Pero sé!
Sé parte de mi vida,
de mi ser, de mi alma,
sé la vereda que custodia mi calma.

¡Pero sé!
Nunca dejes de serlo.
Mi esencia, mi aroma, mi bálsamo,
mi ternura, mi mimo, mi cariño,
mi pasión, mi ventura, mi dicha,
para que cada instante yo te sienta
en cada pieza de mi vida.

 
 
Fotografía: Nacedero de Irañeta. Paisaje de una enorme hermosura.
Me imagino sentada al borde de esas piedras, como he estado muchas veces, con las montañas al fondo, San Donato,  y el sonido del agua y de los pájaros. Un hermosísimo lugar donde reflexionar sobre la vida, un paraíso donde escuchar a tu yo, una cálida manera de llegar a intentar entender lo que sentimos. Sin preguntarnos el porqué o quizá preguntándonoslo, pero, y principalmente, sintiendo cómo esa belleza va llenando nuestro ser.