martes, 17 de junio de 2014

PALABRAS



Inocencia perdida,
arrástrame hasta tu alma.
Gime el Dios de la mañana.
¡Grita a la vida que yo soy sirena
y tú, la esencia que me guardas!

Morada de férreos muros,
colma el firmamento de besos
para que pueda aferrarme a uno,
y existir entre tus labios,
segura entre el destino y el llanto.

¡No retornes a aquel mundo!
Todo volverá a su calma.
Tus deseos volarán libres,
libres de duelos y duras palabras
y el amanecer te encontrará
entre las olas,
en aquella que fue tu playa.

Y cuando estemos solos
y yo te abrace con mi alma,
tú llenarás mi inocencia,
la llenarás de abrigo y de nanas
para sentirme entre ellas
una más de tus palabras.

Fotografía: Con mi sobrina Inés jugando en el jardín de su casa. Siempre que paso las tardes con mis dos niños, Ariel e Inés, me convierto en una más de ellos. Corremos, saltamos, gritamos, jugamos en definitiva al juego más maravilloso, el de la vida;  y sus ocurrencias y genialidades hacen que me invada un sentimiento de inocencia tan pura que llena todo mi ser. Me hacen tan feliz, y además sin ser conscientes, que los amo por encima de todas las cosas. Son un regalo del cielo. Uno de los más valiosos de mi existencia.