domingo, 11 de mayo de 2014

A MI ABUELITA JOSEFINA

Una dura vida llena de piedras en el camino. La tierra era la que alimentaba a la familia, a mi padre y sus tres hermanos. Mi abuelito la trabajaba de sol a sol y ella le ayudaba. Pero no llegaba la saldada. La pobreza campaba a sus anchas. Sin embargo, a pesar de todo, eran felices a su manera, a la manera de antaño. Mi abuelita perdió joven a mi amado Jesús, "Peralta", y a su hijo más pequeño, mi tío José Antonio. Fue un golpe letal. Ella nos quería tanto, con ese amor incondicional que sientes que te toca el alma. Todas las noches miro al cielo y veo su estrellita que me guía y acompaña en mi camino. Falleció a punto de cumplir los 95 años.


Pobrecico pajarillo que
poco a poco se fue apagando,
luz que iluminaba el día
te marchaste de mi lado.

 Tan grande era el amor
que nos teníamos que
cuando me hallé
 enferma tú sufrías conmigo
y cada día ponías
una vela a tu
Virgen del Castillo.

Llorabas tanto por mí
y pedías que tú ya
habías vivido, que a
mí Dios me curara
entre súplicas y gemidos.

Y en el camino tuve
una premonición, fui
corriendo a abrazarte
y juntas lloramos las dos.

La semana siguiente
ya no estabas conmigo,
mi ángel de la guarda
 en el cielo, pidió
a Dios, mirándole a
los ojos, que me cuidara
con esmero y con ahínco.

Abuelita, te quiero y te querré siempre con un amor infinito.