El color de la lluvia
pinta cada buhardilla
con luces púrpura.
París. Desde la colina
de Montmartre ya huele
a sábanas de seda,
a nevado satén
abrigado por el frenesí
de los amantes.
Cada gota es el susurro
en tu cuerpo,
apenas un tibio roce
que sugiere, que seduce,
que seduce, que sugiere
una aventura bohemia,
dulce caramelo
en tiempo regalado.
El tacto de la lluvia
resbala volátil hasta Pigale
entre ríos de ternura.
Tu rostro encendido
por las buhardillas,
por el delirio contenido,
cántico dorado de aristas de agua.