Hay una playa en Santoña, a dos kilómetros del pueblo, pasando junto al penal del Dueso, bellísima, realmente majestuosa. El espectáculo comienza en unas dunas mezcladas con hierba salvaje, sin construcciones que la estropeen; continúa con el cálido tacto que desprende una arena finísima clarita, para terminar en un mar azul intenso, turquesa y bravo. Se encuentra ubicada entre dos montañas verdes desde donde, una vez en lo alto, el paisaje resulta impresionante para los sentidos. Un verdadero regalo de la naturaleza.
Salvaje paraíso de arenas blancas,
caricia fina y pura entre tus dedos,
infinita playa de hermosura eterna,
sabor dichoso de gozo pleno.
Mar abierta de inmenso horizonte,
olas bravas de espuma de algodón,
azul que todo lo llena,
cristalinas aguas con un don.
Entre el Buciero y el Brusco
escarpadas cuevas crea la mar,
profundos acantilados guardan la playa
para que nunca se pueda escapar.
Puestas de sol de ensueño,
rojo fuego que roza el mar,
bendito lienzo que ha creado
la naturaleza para deleitar.
Y en la noche las estrellas
la tratan de iluminar,
fulgor que espléndido resplandece
donde las olas parecen jugar.