Tus dedos ahondan
en la esencia de mi yo
camuflando las dunas
de antiguos gozos.
Cautivas un mundo
sin fin
donde noches
de rojo satén
inventan surcos
grabados a fuego
en la piel.
Entrañas resplandecen
de destellos nuevos
con aires venidos
de otros lares,
con juegos inventados
en el momento del haber.
Alardes de osados templos,
acordes sagrados
en el vaivén del tiempo.
Soy, más que nunca.
Y nunca será siempre
toda vez que enardeces
la piedad de estos muros
que jamás duermen.